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Con la educación rural, aunque hay mucho por precisar, siento que las noticias dan esperanza.
Por: Óscar Sánchez
En el Plan Nacional de Desarrollo (PND) que se está construyendo, es un hecho que la educación rural tendrá un lugar específico. Primera buena noticia. Muchos observadores hemos insistido en la necesidad de concretar soluciones a la inmensa injustica estructural que representan las brechas no solo urbano-rurales, sino entre zonas rurales dispersas, étnicas y afectadas por el conflicto armado, y el resto de la ruralidad colombiana. Gracias a esa ‘acción machacante’, todas las campañas electorales incluyeron en sus programas de gobierno este tópico, y por fortuna el gobierno actual lo está desarrollando. De hecho, el programa de Iván Duque era la excepción, y claramente en las propuestas presentadas hasta ahora, el gobierno se interesa al respecto.
No obstante, entre la presentación de la política educativa que la ministra ha venido haciendo, que habla de ocho prioridades –incluyendo por primera vez en la historia entre los ejes principales a la educación rural, y el documento de bases del plan ‘Pacto por Colombia, pacto por la equidad’–, el tema pierde fuerza. Ahora los ejes no son ocho, sino cinco, y uno de los temas que deja de ser eje para pasar a ser una subsección de una sección que pertenece a otro eje es el rural. Noticia menos buena. Hay que insistir en que siga siendo una prioridad del primer nivel, como lo ha dicho la ministra.
De otro lado (buena noticia), como desarrollo del plan se anuncia una política al respecto, y ya existe un esquema de esta. Además, el esquema
incluye los asuntos claves. Habla de primera infancia en el campo, de participación de familias y comunidades, de alimentación, transporte, infraestructura y dotación con sentido específico; de flexibilizar los llamados ‘modelos flexibles’ teniendo en cuenta que docentes y contenidos merecen un nuevo enfoque; de educación ciudadana en el contexto rural, de proyectos pedagógicos productivos, de articulación de la educación media y superior rural, de educación superior pertinente y accesible en lo rural, de planes territoriales e intersectoriales pensando en lo rural, de internados, de alfabetización para estos territorios.
Si se recupera el nivel de jerarquía que la ministra ha anunciado y se suma el enfoque del esquema de política divulgado por el MEN con los elementos que ya contiene el PND (como trabajo con escuelas normales superiores, flexibilización de la oferta de educación superior y ajuste de las Alianzas Regionales para la Educación Superior (Ared) buscando que sean útiles para que la gente del campo llegue a las universidades), tendríamos una propuesta bastante seria. Y ese trabajo se ve viable.
En todo caso, es difícil. Hay que aterrizar el documento de la política, incluirlo en el texto del PND y, sobre todo, reforzar metas y presupuesto para que lo que finalmente se incluya no quede en el aire. Dos de las metas diferenciales para lo rural hasta ahora contempladas son tristes: elevar levemente la tasa bruta en media y el tránsito inmediato de bachilleres rurales a la educación superior, incluso por debajo del mejoramiento urbano esperado, pues ampliaría las brechas en lugar de cerrarlas. Y si bien es meritorio que se proponga que el porcentaje de colegios rurales con alto rendimiento en Saber 11 mejore más rápido en lo rural que en lo urbano, sigue siendo indispensable fijar metas para el mundo rural disperso, y no solo para todo el campo, pues si se nos hace ese énfasis, lo más lejano seguirá siendo con seguridad lo que menos mejore.
Un asunto recurrente en los planes rurales recientes es el temor a tratar los temas de etnoeducación dentro de la estrategia rural. Como se deben adelantar negociaciones con las comunidades indígenas y afros por mandato constitucional, deja de ser un asunto de integración nacional y gestión territorial intercultural. Y yo creo que separarlo no les da más fuerza a las comunidades étnicas, sino que las excluye de la concertación. En este borrador de PND hay un apartado de educación étnica que tiene buenos datos sobre cobertura, pero no hay una idea precisa de etnoeducación o interculturalidad en la educación. Vale la pena revisar ese capítulo, reconociendo el mérito de que tenga espacio en el documento de bases.
Hace rato vengo reclamando en esta columna que el pacto por la educación del que habla el presidente Duque sea más genuino. Y he sido crítico, en especial por el manejo de la crisis de las universidades públicas. En este tema de la educación rural, aunque hay mucho por precisar, siento que las noticias dan esperanza. Cómo se definan metas y presupuesto nos dirá si pasamos de los anuncios a los planes y de los planes a los hechos. Estaremos atentos.
@OscarG_Sanchez
Fuente:https://www.eltiempo.com
Fecha:
26 de Noviembre de 2018 Lugar: Regresar |
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